viernes, 19 de octubre de 2012

Y DALE CON LA DISCRIMINACION!


Y DALE CON LA DISCRIMINACION!
QUE PARTE NO ENTIENDEN QUE LA SALUD ES UNA CONSTRUCCION SOCIAL COLECTIVA Y RESPONSABILIDAD DE TODAS Y TODOS.

El domingo 14 de octubre, la Federación de Psicólogos de la República Argentina publicó una solicitada en el diario Página 12.

La misma enuncia: “ la formación terciaria no universitaria en campos de la Psicología es preocupante por cuanto sus egresados hacen intervenciones mal realizadas en el campo de la salud, la educación y la justicia y de esa forma atentan contra el bienestar y la calidad de vida de la población y ponen en riesgo directo a la misma. Es responsabilidad del estado realizar acciones que garanticen los derechos fundamentales de sus habitantes, y con la situación descripta el derecho a la salud resulta vulnerado por la práctica que realizan los egresados de dichas tecnicaturas de nivel superior no universitario”.

Es interesante pensar este enunciado desde los conceptos “capital cultural”, “hábitus” y “campos de poder” de Bourdieu.

Parecería ser que “la Federación” es propietaria absoluta de un único saber psicológico que por otra parte es “distribuido” por una única Institución legítima: La Universidad; y que por lo tanto, todas aquellas otras prácticas profesionales derivadas de otras instituciones quedan subsumidas al campo del poder-saber-enjuiciamiento de aquellos que ostentan la legitimidad desde el “hábitus” normativo del deber ser, que responde a sus propios criterios, lógicas de verdad e intereses.

Históricamente en nuestro país los claustros universitarios fueron los formadores de dirigentes y se constituyeron en una herramienta de la política pública del estado que, con su raíz liberal, aglutinó a los hijos de las clases privilegiadas dejando para los sectores medios y bajos las formaciones profesionales no universitarias.

Con el paso del tiempo y gracias a la lucha de estos sectores y el reconocimiento de los derechos humanos a la educación, hoy nuestro país cuenta con una legislación educativa que alberga y reconoce múltiples formaciones y modalidades (Ley Nacional de Educación Nº26206 , Ley de Educación Superior Nº24521 , Ley de Educación Técnico Profesional Nº 26058).

Todas las instituciones que otorgan títulos Terciarios Oficiales de Nivel Superior no universitario están contempladas en dichas leyes e implementan sus formaciones y titulaciones ajustándose a la normativa vigente.

Es evidente, sin embargo, cómo los antiguos poseedores del saber hegemónico siguen defendiendo viejos paradigmas que cercenan, discriminan y hacen aparecer lo propio como única variable de calidad educativa y como único indicador de profesionalidad.

Por otro lado, el Ministerio de Educación de la Nación aprueba contenidos curriculares básicos, carga horaria, criterios de formación práctica, estándares para la acreditación e incumbencias, sin que esto signifique que las actividades e incumbencias aprobadas para cada carrera sean exclusivas de la misma. Del mismo modo, en el caso de los Títulos universitarios de Psicólogo o Lic. en Psicología la ley del ejercicio profesional del psicólogo establecen incumbencias propias pero no exclusivas de la profesión.

La complejidad del mundo actual hace que una misma situación u objeto de estudio pueda ser abordado desde la perspectiva de diversas disciplinas lo que implica actores, metodologías y prácticas diferenciadas pero no necesariamente subordinación de saberes.

Es necesario entonces discriminar campo disciplinar de prácticas propias de cada formación que pueden tener o no objetos de estudio e intervención compartidos.

En este sentido, calificar de “intervenciones mal realizadas” a las prácticas de egresados no universitarios da cuenta, no solo de un acto de discriminación profesional sino que obliga a interrogar desde qué lugar se realiza este juicio.

El solo hecho de compartir una situación o rasgo de un objeto de estudio, no da herramientas para evaluar las prácticas que desde otras formaciones se puedan realizar.

Más aun, desconocer la legitimidad de otras prácticas propias de otras formaciones hace también al desconocimiento de las instituciones que legítimamente las acreditan y les otorgan validez y reconocimiento.

Considerar que desde la realización de prácticas de egresados no universitarios “resulta vulnerado el derecho a la salud”, implica vulnerar el derecho a la libertad individual al estudio y al trabajo de quienes eligen formarse en carreras terciarias no universitarias y el derecho a elegir de quienes demandan los servicios de estos egresados no universitarios. Por otra parte, el derecho a la salud, está íntimamente ligado al concepto de salud, que obviamente es multidimensional y admite acentos propios de cada disciplina o área del saber.

Una vez más la impronta de la hegemonía del saber unívoco y certero capaz de naturalizar los lugares del saber y del no saber, del poder , del decir, del decidir e indicar lo que es bueno y malo para los otros , que no saben, que no pueden, que no pertenecen.

Lic. Silvia A Braida
Lic. en Educación.

Especialista en gestión educativa.
Profesora de Psicología Social. Operadora en Psicología Social.
Directora de la Escuela de Psicología Social Quilmes DIPREGEP 5115

martes, 2 de octubre de 2012

EL RECUERDO Y EL OLVIDO


El recuerdo y el olvido, a partir de la obra de Borges
Las cuatro memorias
Tomando como guía la obra literaria de Jorge Luis Borges, el autor discierne entre cuatro formas distintas de memoria: la del rencor, la del pavor, la del dolor y la del esplendor.


Por Luis Kancyper 


Entre los pliegues de la "cambiante forma de la memoria que está hecha de olvido" (Borges, "Los conjurados") distingo cuatro memorias: la del rencor, la del pavor, la del dolor, y la memoria del esplendor. Mientras que las memorias del rencor y del pavor permanecen refractarias al olvido, al perdón y al trabajo del duelar, las memorias del dolor y del esplendor integran al pasado en una diferente reestructuración afectiva espacial y temporal y propician el duro, lento e intrincado trabajo de elaboración de los duelos.
Las diferencias entre las memorias del esplendor, del rencor, del pavor y del dolor resultan elocuentes y sus efectos suelen determinar, en gran medida, la identidad del individuo y de los pueblos. En la memoria del esplendor, los recuerdos de la historia vigorizan las tres dimensiones del tiempo. El esplendor de esta memoria se basa en el hecho que la dimensión del pasado ilumina con su resplandor al presente y, al mismo tiempo, el futuro se reabre con un sentimiento oceánico y mágico a la vez. Podemos pensar que la memoria del esplendor guarda cierta semejanza con la imagen borgeana del Aleph. Es un acontecimiento en el que conviven, en un momento y espacio de fulgor y con felicidad, los tres tiempos cronológicos, sin aparente superposición ni contradicción.
En El poeta y la escritura, Borges pone de manifiesto la fugacidad de la felicidad que participa en la memoria del esplendor:
"La poesía se ha dedicado en buena parte a lamentarse; yo diría que hay un solo poeta que ha cantado la alegría presente, es el gran poeta español Jorge Guillén. Uno siente que él está cantando, que al escribir se siente muy feliz. En general se ha preferido deplorar la felicidad perdida, paraísos perdidos; en cambio Guillén ha hecho, hace gustar esa maravillosa proeza de cantar la felicidad presente, cosa que nadie parecería haber hecho. Porque en el caso de Whitman uno siente que se impuso la tarea de ser feliz, pero que posiblemente fuera un hombre desdichado. Y quizá la desdicha sea mejor material que la felicidad, porque la derrota es mejor material que la victoria, porque la derrota tiene que ser transformada en otra cosa, la desdicha también. La felicidad, en cambio, es un fin en sí mismo y no necesita ser cantada; ya es una suerte de canto la felicidad. Sus visitas son tan fugaces que debemos agradecerlas cuando llegan. Uno debe aceptar esas rachas de misteriosa felicidad y agradecerlas de igual modo que uno debe aceptar siempre la dicha, la amistad, el amor, aunque se sepa indigno de ellos".
Mientras que el pasado, en la memoria del esplendor, arroja luz hacia el presente y el futuro, en las memorias del rencor y del pavor el pasado eclipsa las otras dos dimensiones del tiempo. En la memoria del rencor, presente y futuro permanecen hipotecados para reivindicar un injusto pasado que se reinfecta por el accionar de los resentimientos y remordimientos incandescentes y compulsivos (Kancyper L., Resentimiento terminable e interminable, Buenos Aires, Lumen, 2010).
En esta memoria diferenciamos dos tipos diferentes: la memoria del rencor comandada por resentimientos y remordimientos conscientes y manifiestos (como en el cuento "Emma Zunz", de Borges) y aquella otra memoria del rencor en la que los resentimientos y remordimientos se hallan latentes, encubiertos o enmascarados (como en "Funes el memorioso").
En la memoria del rencor prevalece la esperanza reivindicatoria. En cambio, en la memoria del pavor las reminiscencias traumáticas empantanan presente y futuro con un pertinaz sentimiento de desconfianza. El presente no se vive como un verdadero presente, lo que implicaría un anclaje actual y perspectivas de futuro. El mnemonista del pavor es un forastero acosado de los caminos. No puede permanecer ni pertenecer en un lugar y en un tiempo sostenidos, le resulta imposible entablar vínculos confiables.
Jorge Luis Borges en su poema "El amenazado" describe ese mismo destino infausto del mnemonista del pavor que, como pasajero en tránsito, peregrina en busca de un futuro perdido. Este poema, escrito en 1972, sería, en gran medida, un lamento de amor por el amar imposible. El narrador borgeano no puede establecerse en una relación de amor confiable porque resulta ser rehén de la pavorosa memoria del "horror de vivir en lo sucesivo":
"Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que uso, el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
"Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz. Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles. Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.) El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo."
El destino del sujeto apresado por la memoria del pavor se halla regido por el accionar inconsciente de angustias de desvalimiento y de muerte que no alcanza a domeñar, a diferencia de la angustia de castración que comanda a la memoria del dolor.
En ésta no se olvida el pasado, pero se lo admite y acepta lo perdido como lo irrecuperable y resignable, lo cual posibilita el pasaje al presente y a un futuro posibles no idealizados. En la memoria del dolor, el pasado deja de ser presente para transformarse en experiencia pasada, ya que sólo de esta manera se lo puede considerar como una experiencia útil frente al presente. En cambio, el mnemonista del rencor se posiciona como una pretenciosa e injusta víctima por las frustraciones padecidas. Frustraciones, promesas e ilusiones incumplidas que lo legitiman para detentar un poder soberbio y reivindicativo, generando en la dinámica del campo intersubjetivo una tensa atmósfera de crispación, que suele exteriorizarse de un modo compulsivo a través de la queja, el litigio, el reclamo,el reproche y la venganza.
El mnemonista del dolor, a diferencia del mnemonista del rencor y del pavor, asume, por un lado, la pérdida de una vana esperanza planetaria, y por otro lado, la asunción de una otra realidad menos idealizada pero más acotada e imperfecta. En el poema "1964" Borges enfoca en cámara lenta la existencia del dolor y de la tristeza que se presentifican durante el trabajo de elaboración de un duelo normal:
"Ya no es mágico el mundo. Te han dejado./ Ya no compartirás la clara Luna/ Ni los lentos jardines. Ya no hay una/ Luna que no sea espejo del pasado,/ Cristal de soledad, sol de agonías./ Adiós las mutuas manos y las sienes/ Que acercaba el amor. Hoy sólo tienes/ La fiel memoria y los desiertos días./ Nadie pierde (repites vanamente)/ Sino lo que no tiene y no ha tenido/ Nunca, pero no basta ser valiente/ Para aprender el arte del olvido./ Un símbolo, una rosa, te desgarra/ Y te puede matar una guitarra.
"Ya no seré feliz. Tal vez no importa./ Hay tantas otras cosas en el mundo;/ Un instante cualquiera es más profundo/ Y diverso que el mar. La vida es corta/ Y aunque las horas son tan largas, una/ Oscura maravilla nos acecha,/ La muerte, ese otro mar, esa otra flecha/ Que nos libra del sol y de la Luna/ Y del amor. La dicha que me diste/ Y me quitaste debe ser borrada;/ Lo que era todo tiene que ser nada./ Sólo me queda el goce de estar triste,/ Esa vana costumbre que me inclina/ Al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
"Hay tantas otras cosas en el mundo".
En la memoria del dolor se posibilita aprender el arte del olvido, y la apropiación del dolor puede convertirse en una fuerza dinámica capaz de propiciar la reconstrucción de un sentido propio y comunitario. Los duelos comandados por el dolor y no por el rencor ni por el pavor habilitan al sujeto a dar eficazmente vuelta la página de su historia repetitiva para habilitar entonces un nuevo comienzo.
Marc Augé otorga una función fundamental al olvidar. Señala "que es necesario; tiene un papel muy activo. Porque lo que se olvida va dibujando las formas de lo que se recuerda. Es como un trabajo de escultura. Lo que queda no es un recuerdo, simplemente, sino un recuerdo trabajado por el olvido".
La definición del olvido como labor de cincelado del recuerdo toma otro sentido en cuanto se percibe como un componente actuante y secreto que opera en la configuración de la propia memoria y Borges señala precisamente este delicado balance ente el recuerdo y el olvido en su poema "Un lector":
"Mis noches están llenas de Virgilio,/ Haber sabido y haber olvidado el latín/ Es una posesión, porque el olvido/ Es una de las formas de la memoria, su vago sótano,/ La otra cara secreta de la moneda..."
En efecto, el olvido y la memoria se dan en forma conjunta y se condicionan recíprocamente como el anverso y reverso de las monedas.
Pero el fugitivo del pavor, como así también la víctima y victimario del rencor, se regodean en una memoria que los atenaza y que no pueden olvidar, que no pueden mantener a distancia del consciente. Los mnemonistas del pavor y del rencor permanecen inquietos en el umbral de una irrefrenable huida y despedida. Borges, en Diálogos de vida y de muerte, señala la relevancia de la despedida: "Quizás el momento de la despedida es el momento más intenso en la relación entre dos personas. Cuando uno se despide de alguien, uno está más con esa persona que si uno la ve vulgarmente. Al mismo tiempo uno sabe que ésa es la última vez. Quiero decir que en la despedida se dan a la vez la máxima presencia y la máxima ausencia, ¿no?".
* Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Autor de Resentimiento terminable e interminable y otros libros.