viernes, 31 de mayo de 2013

Demanda y deseo



     Entre demanda y deseo hay una solución de continuidad, un intervalo, un hueco. Este hueco ya no es natural ni preexistente pues lo cava la demanda, más acá de ella misma, en su retroacción sobre lo que era el plano de la necesidad. En este hueco, que ya no es carencia en la necesidad, sino falta en ser, se aloja el deseo. El deseo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra de la necesidad. Es decir, queda ubicado con la estricta significación de la irreductibilidad de la demanda a la necesidad. El término mismo de deseo traduce este efecto de negatividad generado por la demanda misma en su incidencia sobre la necesidad. Resume el trastorno aportado por la función de la palabra sobre el viviente.  Contrariamente a la necesidad, que busca su satisfacción y puede encontrarla, o no, esto depende de las contingencias, el deseo es, como tal, una función en pura pérdida, en la medida que el deseo mismo lo situamos por relación a la satisfacción. Es decir, aún satisfechas las necesidades, hay un hueco de insatisfacción que permanece. Este hueco es lo que Lacan denomina la falta en ser , es decir, la desnaturalización, la pérdida del goce natural de la vida, y el surgimiento de una falta generada por el lenguaje mismo, falta que es la causa del deseo.
    El sujeto afectado de falta en ser buscará entonces un complemento en el Otro y esto imprime a su demanda un carácter muy especial, por donde se va a revelar muy claramente que la demanda, lejos de ser demanda del objeto de la necesidad, es en el fondo esa demanda de nada en qué consiste la demanda de amor.