lunes, 24 de septiembre de 2018

Programación social y subjetividad


Ernesto Moya - Psicólogo Social


 ¿Está todo programado y calculado minuciosamente? ¿Pensamos o somos pensados? ¿Somos libres o seguimos parámetros impuestos por el control social? ¿Cuál es la finalidad? ¿Política, económica, de poder?

Ideas creencias hábitos y deseos que habitan en nuestro cerebro no se originan allí como sostiene un famoso neurólogo argentino en estos tiempos. Para que algo salga del cerebro primero tuvo que haber entrado, por lo tanto alguien guía la mente de la forma que más le conviene a los intereses del poder. Cabe recordar que El hombre en tanto configurado y determinado en y por una red relacional, es “sujeto producido”, emergente de procesos sociales, institucionales, vinculares”. (Ana Quiroga). Toda subjetividad da cuenta de la singularidad de un sujeto inserto en un sistema de relaciones de producción.

Los medios de comunicación moldean el relato de la realidad y hacen de ella una realidad de todos o casi todos. Debemos recordar que estamos inmersos en un sistema de producción, por lo tanto el discurso social siempre va a ser funcional a éste, aunque también presupone una interpretación por parte del receptor. Los sectores de poder saben mucho de estas cosas y de cómo llegar a la franja de la población que les interesa. 
Todo esto pareciera ser parte de una tendencia mundial impulsada por gobiernos y grandes capitales. 
El objetivo, es volver al público fácilmente manipulable debilitando su capacidad de análisis y de sentido crítico. Desean crear una sociedad de sujetos que abandonen los ideales y aspiraciones que los hacen rebeldes, para conformarse con la satisfacción de las necesidades promovidas por los intereses de las élites dominantes. La potencia del poder no nos potencia a nosotros como seres humanos, por lo contrario, nos lleva a la impotencia al transformarnos en mercancías. Como escribe Marx: “La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas.” El capitalismo necesita para su reproducción de una sociedad que se sostenga en el consumismo donde se cosifica al sujeto y se fetichizan las mercancías que adquieren características mágicas y maravillosas.

Las contradicciones provocadas por la construcción de realidades virtuales y la desmentida de la percepción permanente, producen significativos impactos en lo subjetivo y por lo tanto, en los vínculos. Instalando una enorme distancia emocional, en que el sujeto y los acontecimientos se tornan abstractos. La realidad que se va construyendo a través de la información y cuando parece que ya conocemos lo que está pasando, surge la anti información provocando un giro de 180 grados que nos genera momentos de confusión y de este modo muchas veces nos aferramos a esa verdad que se nos ofrece.  Estamos rodeados de mentiras, la palabra miente. Lo único cierto en este momento es la desorientación general, la inseguridad creciente, la pobreza amenazando millones de hogares mientras un sector minoritario obtiene posiciones más ventajosas en el reparto del poder.


Todo tiene que ver con la ingeniería social. Donde se diseñan técnicas por las cuales se modifican conductas de la población de manera que se consideren “beneficiosas”. Se aplican mecanismos para mantener contenta y controlada a la sociedad. Y muchas veces se aprovechan los miedos para utilizarlos como armas propagandistas y así obtener el apoyo que necesitan, ya sean partidos políticos, empresas multinacionales, gobiernos etc.

La fragmentación social que todo esto provoca es fundamental para la colonización de la subjetividad. Esta colonización se lleva a cabo a través del despojo del derecho a expresar con autonomía el pensamiento propio y crítico. Tengamos en cuenta que en el interjuego sujeto-mundo, lo externo se hace interno, y éste a su vez se transforma en su opuesto ya que lo interno se externaliza. Pichón Rivière considera al individuo como una resultante dinámica del interjuego establecido con los objetos internos y externos, en constante relación de interacción dialéctica que dará como producto sus diversos comportamientos.

         Mientras tanto, la programación social también impone determinados estereotipos, estilos de vida, los cuales la gente quiera parecerse a ellos, como símbolos de éxito, de felicidad, y allí comienza el marketing social. Hoy se promueve la “meritocracia”, un sistema basado en los valores del individualismo posesivo, en el que la solidaridad y el apoyo mutuo se consideran como algo a no tener en cuenta. Ponen de moda esos estilos de vida a través de programas vacíos en la televisión y películas. De ese modo nos venden la idea de que somos libres porque hacemos aparentemente lo que nos da la gana, pero nos crean dependencias como parte de esa programación y en realidad la vida no tiene nada que ver con Sex and The City. El espejismo de querer ser feliz, de querer ser a toda costa ser feliz todo el tiempo, hace infeliz a mucha gente que, obviamente no lo consigue.

 Es así como el sometimiento mental conduce a la ausencia de objetivos, favoreciendo la desidia y dejando al sujeto a expensas de la decisión de otros debilitando su capacidad de reacción ante la injusticia, la corrupción y el abuso. De este modo se deterioran los procesos de simbolización, ya que el sujeto no puede pensar ni pensarse.




      Los colonizadores de la subjetividad necesitan del pensamiento acrítico, necesitan de la pasividad de la inteligencia que impide comprender y pensar con rigurosidad. Necesitan de sujetos adaptados sin cuestionar el orden social, de una adaptación pasiva. Enrique Pichón-Rivière estableció que el proceso fundamental sobre el que se construye la salud es la “adaptación activa a la realidad”, para la cual un factor decisivo es el aprendizaje. La adaptación activa supone inquietudes, preguntas, movimientos, y se contrapone a la adaptación pasiva, que implica quietud, certezas, estereotipias. El aprendizaje y la construcción de la salud, en tanto adaptación activa a la realidad, se asocian así con los movimientos creativo-críticos que los sujetos grupales establecen en su interacción transformadora de la realidad.

        Ernesto Moya
 Psicólogo Social- Counselor