jueves, 18 de abril de 2019

Subjetividades colonizadas



                              Tiempos berretas, donde las subjetividades están colonizadas  por los medios de comunicación. Una de las peores cosas que le puede  pasar a una sociedad,  es perder la capacidad de pensamiento crítico (si es que la tuvo alguna vez).  Pareciera que estamos atravesando la cultura del naufragio, donde la hipocresía y la desidia son el condimento de una nueva versión del individualismo de cada día. El objetivo del poder mediático es uniformar a la sociedad. Estos medios de comunicación crean  y se adueñan del sentido común, moldean el relato de la realidad y hacen de ella una realidad de todos.


      La utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para crear o injertar ideas, deseos, miedos, dudas, mandatos o estimular determinados comportamientos. La intención es hacer un pensamiento único en la sociedad. Son ellos quienes crean la realidad y nos marcan el rumbo, un rumbo nefasto, agresivo y peligroso.  Los argentinos nos diluimos  en el dolor de ya no ser lo que creíamos ser. Hoy somos una sociedad berreta que camina al ritmo de una cumbia decadente y repetitiva.

     La intención de igualar para abajo parece imponerse en estos tiempos, donde la violencia es una epidemia que nos afecta en lo más profundo, Las pulsiones agresivas, propias del ser humano según Freud, tienden a la disolución del vínculo social. Nos encontramos, entonces, ante una sociedad fragmentada donde abundan  los problemas sociales  que aniquila el tejido social. Sin dudas, una estrategia del poder dominante que divide a toda  la sociedad, de este modo  se logra el control social horizontal, aprovechando la crisis sociopolítica, que sofoca al colectivo en general.

       En consecuencia, miles de personas sedientas de consumismo deambulan por las calles menospreciando todo lo que no se puede comprar con dinero. Sujetos violentos, con miedos y sin coraje, incapaces de decidir por sí mismos dejan entrever su apatía y su desgano frente al otro, cuando sin querer se les corren las máscaras. Estamos en una pendiente donde se muestra al ignorante como algo cool, el modelo a seguir pareciera ser el sujeto instintivo; ése, el que es torpe  para razonar. Definitivamente, estamos pasando un mal momento como sociedad y en estos tiempos de cambios, la saturación social impactó fuertemente en la concepción tradicional de la familia.

De este modo, al aumentar la colonización de las subjetividades y somos más dominables quedamos atrapados en un tiempo en que se lucha a codazos, donde todos están contra todos, tiempos violentos, intolerantes, donde el  fraude, la mentira y el engaño determinan nuestros días. Estamos colaborando en la construcción de un mundo de frustración y de frustrados. Cuando este orden se instala en la subjetividad hay muy poca posibilidad de articulación con los otros. Llegamos al punto de ver al otro como una amenaza, extraño, desconocido, distinto y distante.

Como dijo Ana Quiroga, “la precarización de la vida, la falta de proyecto, de sentido, la falacia de las promesas, desata hoy la indignación, se registra que es absurdo pensar en salvarse solo, y este registro favorece la posibilidad de establecer lazos solidarios de reconocer en el otro un semejante, un prójimo. La forma de establecimiento de esos lazos cuenta con una nueva herramienta que es la posibilidad de convocarse a través de las redes sociales, redes que han tenido un rol protagónico en este llamamiento a la resistencia, a este proceso identificatorio masivo”.
Mientras tanto, somos una sociedad berreta que camina al ritmo de una cumbia decadente y repetitiva.



          Clr Ernesto Moya
Psicologo Social- Consultor Psicológico