Haber sufrido traumas en la infancia
puede tener efectos en la edad adulta. Los niños que han sufrido traumas suelen
tener una visión del mundo que les rodea aterradora. Si el trauma no se
resuelve puede desencadenar futuros traumas en la edad adulta. Los síntomas
son: ira, cambios de humor, sentimientos de culpa, tristeza, ansiedad,
aislamiento social, miedo. Los síntomas físicos se hacen notar cuando el menor tiene
insomnio, pesadillas o dificultades para dormir.
Es importante recordar que un
trauma es una lesión duradera producida por un agente generalmente externo. En
el tema de las emociones, es un choque emocional que produce un daño duradero
en el inconsciente.
Los traumas producen recuerdos
impactantes e intensos, inesperados, incontrolables que son manifestados de una
forma intensa perturbando la sensación de seguridad y auto confianza de la
persona y provocan reacciones totalmente vulnerables y temerosas para su
entorno como para el individuo mismo.
Como parte de la intervención, el
psicólogo infantil puede trabajar aspectos concretos de las emociones y
sentimientos del niño. Según la edad y su historia, puede ser necesario
reelaborar antiguos traumas o acompañar al niño para afrontar nuevas situaciones.
Muchas de sus conductas
desadaptadas no dejan de ser manifestaciones reactivas ante situaciones vitales
estresantes actuales o pasadas. Por tanto, a nivel terapéutico hay que intentar
corregirlas pero sin olvidar su origen emocional.