Por Ernesto Moya
“La palabra es el hombre
mismo.
Sin ellas, es inasible.
El hombre es un ser de
palabras.”
(Octavio Paz)
El hombre es el único de
los seres vivientes que tiene la suficiente capacidad para representar
simbólicamente la realidad. Podríamos afirmar que el lenguaje es un tipo de
comportamiento social.
La sociolingüística nos
muestra la necesidad de reconocer que el
lenguaje y la organización social son elementos recíprocos e inseparables de la
vida de los individuos. Cada vez que hablamos y actuamos estamos unidos
al conjunto de condiciones sociales que imponen ciertas maneras
colectivas de ser.
Como resultado, muchos
ciudadanos se organizan detrás de una consigna a través de las redes sociales,
donde conforman una serie de afectos, intereses, temores en común, identificación con las víctimas, y el rechazo
a los posibles (reales o imaginarios) victimarios, construyendo su propia subjetividad a través de puntos en
común. Estos vínculos que se establecen a partir de ciertas subjetividades
contemporáneas tienen un fuerte componente emocional.
Hay que tener presente que el
poder del lenguaje es realmente sorprendente, los periódicos y los noticieros saben
mucho de esto y todo el tiempo rastrean los efectos de los diferentes discursos
políticos en la sociedad o sea, en el marco de la vida de los individuos. Ellos
conocen perfectamente las consecuencias
en el orden social que puede tener un discurso presidencial u otro sector de poder, por ejemplo. Es
importante tener en cuenta que estos lugares discursivos no son fijos, están
sedimentados a través de un discurso que está impreso en un momento
socio-histórico determinado.
Por estos días en Argentina, las
consignas parecen ser una disputa entre buenos y malos donde la única salida pareciera
ser el aniquilamiento del otro, el
adversario, que es percibido como un enemigo al que hay que destruir (después de
todo “la culpa siempre la tiene el otro”) ¿Seremos acaso una sociedad quejosa que
se debate en un permanente e irresoluble conflicto? ¿Cómo se tramitan las
diferencias en las identificaciones y en consecuencia en las identidades? Muchos
son movilizados por la agenda mediática del momento, sin que éstos se den cuenta y crean que es iniciativa propia (que a veces la
hay).
Habría que decir también que,
todas las ideologías dominantes modifican las representaciones de nuestro
psiquismo, de nuestra vida cotidiana, en lo político, cultural, popular etc. Por
ejemplo “Al que madruga dios lo ayuda” “el que nace barrigón es al ñudo que lo
fajen”, todos ellos reproducen mecanismos de encubrimiento. También existen los
contra refranes, porque existen las formas de vida de los dominados y por lo
tanto aparecen representaciones tales como: “no por mucho madrugar se amanece
más temprano”. También se pueden hacer lecturas del folklore para encontrar la
cultura oligárquica y a su vez la respuesta de la cultura campesina, popular.
Así nos encontramos con la lucha ideológica.
En una década inundada
de consignas de todo tipo, podemos observar que existe una práctica de
identificación a partir de las consignas “todos somos”, “soy” o “no soy” y que
muestra un juego de identidades y contra-identidades que denota
una importante complejidad en este dilema de ser o no ser.
Algunas tristes consignas
argentinas : "Síganme. No los voy a defraudar" “Que se vayan todos” “Todos
somos Cabezas” “Todos somos Fuentealba” “Todos
somos Julio López” “Yo soy
Nisman” o en plural “Todos somos Nisman” y su contracara “Yo no soy Nisman”.
¿Con quién o con qué se identifican estos portadores de la consigna? “Todos
somos….. Todos somos….. Todos somos……
Yo soy….
Yo Soy…¿O no soy? ¿Quién Soy? ¿Soy?
Ernesto Moya
Psicólogo Social- Consultor Psicológico