nuevo contrato social (1)
Por Carlos Roberto Martínez. Director Confluencia Psicosocial.
El artículo hace foco en las diferentes “marcas” subjetivas del
nuevo contrato social que se está estableciendo. Con cambios
tecnológicos, nuevas formas de trabajo y tensiones entre la
presencia del estado y el derecho de propiedad, se establecen
nuevos valores, mitos y creencias que, por medio de
naturalización y disciplinamiento, buscan convertir en nueva
cultura dominante.
En ese sentido abordaremos cómo las posiciones de los
agentes de cambio ante estas nuevas realidades influyen en las formas de diagnosticar e intervenir, y por qué y cómo generar las condiciones para que los sujetos colectivamente formulen acciones en el camino de lo que denominamos vínculos de la producción.
Palabras claves: trabajo, subjetividad social, movilidad social, emprendedores,
meritocracia, territorios subjetivos, vínculos de la expoliación, enfermedad de la
responsabilidad, subjetividad de la supervivencia, producción de aprendizaje
colectivo, vínculos de la cooperación.
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y la subjetividad social. Esta etapa histórica denominada cuarta revolución industrial o
revolución 4.0 está derribando paradigmas y construyendo otros nuevos. También
pone en riesgo o hace vulnerables empleos de obreros industriales, empleados de
comercio, recepcionistas de hotel, cajeras de supermercado, trabajadores de call
centers, rutinas administrativas, y hasta expertos como los analistas financieros,
abogados y periodistas quienes serán fácilmente prescindibles ante el avance de la
robótica y la inteligencia artificial.
Otro aspecto del cambio está relacionado con lo que en Argentina conocimos
como “movilidad social” o “igualdad de oportunidades”. Las élites modernas hoy se
presentan como individuos talentosos y esforzados que se destacan por sus méritos,
no por su origen de clase. Hay un relato que tiene como objetivo ocultar la desigualdad
y presentarla como una situación democrática, de esfuerzo y oportunidades, con la
consiguiente culpabilización de quienes no lo logran. Ocultando, así, que el camino
del éxito no es público, sino que, como los barrios cerrados, es privado. Ese relato
señala que no alcanza la inteligencia y el talento, se impone “el sacrificio” como forma
de señalar sin decirlo que los que no llegan son “vagos”. Quienes tienen acceso al
camino privado, naturalizan ese relato, que los pobres tienen con otros valores, que
no tiene ambiciones, ni méritos, hasta con una estética diferente; ellos son
merecedores de sus padecimientos. Esto es algo que se agrava cuando las clases
medias, por identificación con ese sector social al que desean pertenecer, sostienen
el mismo discurso. En ese sentido, para el neoliberalismo no alcanza con instalar
bases militares o comprar las empresas de mayor rentabilidad: se considera
estratégico ocupar los territorios subjetivos, las mentes de los sujetos y las
comunidades (2), condición necesaria para naturalizar la desocupación, la pobreza y la
desnutrición que no deja de ser genocidio planificado.
Lo antepuesto sin duda llevará al establecimiento de un nuevo contrato social.
En anteriores etapas de cambios tecnológicos en la lucha por la distribución de la
renta, se estableció lo que se denominó estado de bienestar en los países centrales.
“Algo” de esos beneficios se logró en países como Argentina, resultado de la presencia
y protagonismo del estado, la capacidad, laboriosidad y creatividad del pueblo y la
organización gremial por parte de los asalariados. Sin embargo, en esta etapa de la
revolución 4.0 el reparto de los beneficios no será generalizado ni compartido, y se
agravarán las brechas de desigualdad socio-económica, amenazando el
funcionamiento mismo del sistema capitalista. Paradójicamente es inimaginable para
muchos salir de lo establecido por este sistema económico y lo es aún más de pensar
en otras alternativas, quizás explicable por la admiración que sienten por un
capitalismo que en muchos casos cuestionan.
La concentración de la riqueza avanza de forma geométrica, la robotización
aumentará la productividad y la rentabilidad a costa de reducir los costos laborales.
Esa es la clave de la cuestión: la historia del capitalismo es la historia de la ganancia
a costa del trabajo humano. Ahora transitamos una nueva época donde el trabajo pasa
a ser masivamente prescindible. Producirá una alianza interclasista entre las víctimas
-clases medias(3), (profesionales, comerciantes, empleados de servicios) obreros,
desempleados, cooperativistas- que juntos emergerán como una mayoría social
determinante(4).
Los cambios de paradigmas se reflejan en las formas de “mirar” la realidad.
Hasta fines de los años 90 la sociedad más allá de estar dividida como hoy en clases
sociales, sostenía diferentes concepciones de “lo político” que se expresaban en
adhesión a corrientes de pensamiento socialcristianas, social demócratas, socialistas,
liberales, conservadoras y marxistas, que proponían formas de realización social
colectivas. En la Argentina las corrientes más fuertes estaban ligadas con dos
movimientos nacionales; el radicalismo y el peronismo donde muchas de las otras
expresiones abrevaban en ellas.
En esta etapa histórica gran parte de lo que se denomina política es solo un
apéndice del capitalismo. Es en realidad la antipolítica, en tanto dejó de ser una
alternativa de cambio. La tensión entre los proyectos productivos, agrícolas,
1 Carlos Roberto Martínez. Director Confluencia Psicosocial.
3er. Congreso de Psicología Social en NEA. VISIBILIZANDO-NOS. Agosto 2018
2 Esto se denomina guerra de quinta generación
3 “La clase media oscila indecisa entre el conservadurismo político y un reformismo de base ética. Si alguna vez
aparece radical en política [se refiere a revolucionaria], esta actitud individualista no dura más que los ciclos de
perturbación económica que lo originan.” Hernández Arregui, Juan José. (1963) ¿Qué es el Ser Nacional? Buenos
Aires. Ed. Hachea.
4 Que logrará un cambio si no repite formas de construcción política y se adecua a las nuevas necesidades,
desandar la búsqueda del poder como única razón de un cambio social y comprender que el dispositivo de
construcción de poder pasa por poner énfasis en la relación fraternal, afectiva y la circulación social del deseo.
extractivistas y financieros, fueron desdibujando estas corrientes políticas-éticas para
sustituirse por una nueva religión, el mercado, reemplazando a los ateos por los
populistas, haciendo nuevas cruzadas y prometiendo como paraíso el consumo. Así
se delinea una cultura de la que los sujetos no siempre llegan a tener conciencia en
la que, paradójicamente en muchos casos defienden ideales que no los benefician ni
les son propios.
¿Y qué tiene que ver todo esto con el ECRO Pichoniano?. Su base conceptual
es el psicoanálisis, la semiótica, el materialismo dialéctico y el materialismo histórico
y todos aquellos autores que articulan estructura social con fantasía inconsciente. A
partir de ahí, el método dialéctico se preguntará y develará las relaciones de poder y
el impacto en la subjetividad social. No es posible abordar la realidad de los sujetos
sin tomar en cuenta el contexto histórico y las condiciones económicas y políticas en
que están insertos, con la finalidad de desnaturalizar los valores y prácticas que están
al servicio del poder instituido.
Las condiciones de mercado producen, para los que “quedan afuera”,
sufrimiento, incertidumbre, pobreza sistémica, crisis familiares y sociales por pérdida
de identidad y proyecto de vida. Los sujetos buscan evitar individual o grupalmente
verse afectados por las condiciones del contexto en procesos de adaptación pasiva,
que se expresan a partir de actitudes y conductas que establecen y mantienen
tensiones entre lo que denominamos “vínculos de la expoliación” y alternativas más
éticas o cooperantes, los “vínculos de la cooperación”.
La competencia y el mandato de triunfar sobre otros sujetos y grupos producen
una forma determinada de establecer relaciones grupales, individuales y sociales.
Esta lógica de ganadores y perdedores, pone en juego una concepción ideológica:
para lograr el bienestar de un grupo o comunidad, es necesario que otros no puedan
acceder a ella. Esta forma de pensar -y esencialmente de hacer- fragmenta las
identidades y redes sociales, y cuando estos mecanismos se instalan, la inequidad y
la violencia simbólica y concreta rompen toda red de contención. La particularidad de
lo que denominamos vínculos de la expoliación está circunscrita al despojo que se
ejerce por medio de la astucia, la manipulación, el engaño, la mimetización, el ejercicio
de poder y la naturalización.
Como agentes de cambio es determinante la forma de diagnosticar, pronosticar
e intervenir. Sabemos la imposibilidad de deshistorizarnos, eso no significa que no
podamos evitar o contradecir algunos mandatos culturales del neoliberalismo.
El camino es el conocimiento de las ciencias sociales que son complementarias
a nuestra formación, definen un continente desde donde sostener nuestro rol, con la
finalidad de no convertirnos nosotros mismos en mercancía. Se trata de definir qué
posición asume el agente de cambio y cuáles son los acuerdos entre colegas respecto
al momento histórico, la concepción de sujeto y relaciones de producción en especial
la tensión entre el derecho al trabajo y el derecho a la propiedad.
El trabajo es base fundante de la estructura de realidad, sostiene la trama
cotidiana y crea vínculos, en tanto el trabajo siempre es con otro. Crea una historia y
es a través de ella que los sujetos le dan sentido a su existencia. Más allá de que el
trabajo sea un lugar de realización de deseos individuales, esto no debe hacer perder
la perspectiva de que para los sujetos es un proceso esencialmente colectivo, que los
vincula con otros sujetos y con la realidad social
Más arriba me refería al contrato social, el existente parte de la meritocracia y
un aumento significativo de la desigualdad. La propuesta de la meritocracia, y el
emprendedurismo falsamente asociado con la igualdad de oportunidades, es el
concepto central del discurso neoliberal en el que subyace la decisión política de no
generar nuevos puestos de trabajo en el contexto amenazante de la robotización.
En este escenario social surgen nuevas formas de pánico y depresión. El
mandato de ser uno mismo, engañosa libertad de elección, aumenta la sensación de
angustia, ansiedad y culpa, surgiendo nuevas formas de inseguridad e incertidumbre.
La depresión empieza a afirmarse en el momento que las reglas de autoridad y de
prohibiciones que se asignaban a las clases sociales y a los sexos, desaparecen, y se
enfrenta a nuevas normas que incitan a la iniciativa individual. Antes, la prohibición
aliviaba; ahora, cada sujeto pasa a preocuparse de su propio bienestar pero no puede
desafiar o superar los mecanismos del poder. Cuando desaparece la prohibición, el
sujeto queda en soledad.
La depresión se presenta ahora como una enfermedad de la responsabilidad.
Ya no es más de la represión, de lo prohibido. Es el resultado de la exigencia; “yo
tengo que ser responsable”, “yo tengo que rendir, que poder”, predominando el
sentimiento de insuficiencia, surgiendo manifestaciones de pánico, síntoma cada vez
más generalizado, resultado de la incapacidad de vincularse empáticamente con el
entorno social. Por otra parte modelan discursos claudicantes que construyen
subjetividades y sujetos claudicantes.
Pensemos un escenario de intervención: como primer paso es necesario
entender que no podemos generalizar y que debemos partir de la complejidad que
significa tomar en cuenta las brechas generacionales, las perspectivas de clase y
género, y la diversidad cultural ya que el resultado de estas variables produce
diferentes vínculos con la autoridad, el aprendizaje, la tecnología y la diversidad. Si a
esto le agregamos que pueden estar trabajando en una pyme, una multinacional, para
el estado- efectivo o contratado, en una empresa recuperada o cooperativa,
precarizados, salarios en blanco, en negro, con acceso a diferentes niveles de salud,
por cuenta propia y hasta orillando el trabajo esclavo. Este nivel de complejidad nos
lleva a una conclusión: hablar de trabajo y generalizar es por lo menos una
ingenuidad.
Ante lo antepuesto es necesario abordar los procesos diagnósticos a partir de
tres variables interrelacionadas entre sí; cultura, conflicto y cambio.
La cultura(5) se constituye con los modos de pensar, creer y hacer las cosas de
un colectivo, grupo o sector; es un marco referencial compartido, valores aceptados
que indican cuál es el modo esperado de actuar, decidir, pensar y hasta sentir, ante
situaciones concretas. Es un elemento de transmisión y comunicación por sus códigos
y significados comunes, enmascarando de esta forma su carácter de elemento de
dominación y control, a través de normas y reglas no dichas pero conocidas por todos.
Pichon-Riviere afirmó que el diagnóstico es la detección del conflicto. En ese
sentido tal forma de diagnosticar no solo es la correcta, sino la más eficiente en
términos de operatividad. Pero no alcanza afirmar que el conflicto es vincular
refriéndonos a la predisposición negativa a trabajar o compartir proyectos con
determinadas personas.
Es necesario dar cuenta entre conflictos generacionales, de género, intereses;
búsqueda o disputa de autonomía, reconocimientos; simbólicos o materiales,
suplementación; roles, funciones o necesidades que se contraponen. Liderazgos;
ausencia, cuestionamiento o rivalidad entre dos o más líderes, hostigamiento: ejercicio
de violencia psicológica o intimidación en vínculos simétricos o asimétricos.
Planificación: ausencia o insuficiencia o diversidad de objetivos y planes, de
racionalidades; diferencias sobre visiones, prioridades o metodologías, entre otros.
Con relación al cambio, palabra muy mencionada en la psicología social, es
necesario ser más precisos con a qué nos referimos para evitar conductas autoritarias
o colonialistas. Para los sujetos es una situación esperada, inesperada, deseada o
impuesta. Una situación desconcertante, un pasaje de una situación a otra.
También hay otras complejidades de la que debemos dar cuenta. ¿Quién define
el cambio? ¿Qué es lo que cambia? ¿Qué actividades deben ser observadas en ese
cambio? ¿Cómo planificarlo? ¿Cuáles son los roles que se modifican, surgen o
desaparecen? ¿Conocen los involucrados las causas de ese cambio?
Hay una perspectiva organizacional respecto a los cambios, que por lo general
expresa la necesidad de quienes las conducen de modificar procesos o conductas que
no “contribuyen” a las demandas, a partir de la necesidad de dar cuenta de las
exigencias del contexto o adecuaciones, con el propósito de mantener la cohesión
interna y alinear personas e ideas.
La perspectiva psicosocial es otra: transformación de vínculos, roles e
interacciones estereotipadas, construcción grupal de un proyecto a partir de “ver” la
realidad desde la heterogeneidad, incorporando a los otros, la diversidad y los
diferentes sentimientos que atraviesan esas miradas. Se trata de transitar un proceso
de aprendizaje social, aprendizaje de roles, funciones, actitudes y aptitudes, que no
es la aceptación de normas y valores acríticamente, ya que de esa manera no podrían
defenderlo ni tampoco sostenerlo en el tiempo, ya que no les serían propios.
Apuntamos a un aprendizaje que implique capacidad de evaluación y creatividad,
transformando lo real.
Cómo, por qué, para qué
Esta subjetividad de la supervivencia lleva a los sujetos a preguntarse individual
y colectivamente cómo sobrevivir y no quedar excluido. También dar cuenta de nuevos
procesos o trabajos, reproduciéndose en las forma de comunicarse, establecer
vínculos y abordar hasta las relaciones más íntimas. Pareciera que si algo funciona,
sirve. De esta manera, imperceptiblemente, se va constituyendo en un rasgo cultural,
reemplazando el cómo por el porqué.
El cómo define las formas del hacer y limita a los sujetos sólo al presente. El
porqué remite a las causas, los orígenes; contestarse el porqué le da sentido al trabajo
y a las formas de relacionarse con otros. Descartar el porqué es desechar las
respuestas en relación con las finalidades de la existencia del hombre y la sociedad,
lo que impide el sostenimiento de cualquier moral, ética o valores por los que los
sujetos viven. Si el cómo pasa a ser figura, se desplaza el destino individual y grupal
sólo a los resultados de cada coyuntura. Creándose las condiciones para la ausencia
de pensamiento crítico; convirtiéndolo en un instrumento, con el consiguiente impacto
en la creatividad, el aprendizaje de la realidad y la constitución de la identidad.
El camino de la construcción de nuevas subjetividades tiene como finalidad
trabajar en dirección de lo que denominamos vínculos de producción que parte de
diagnosticar las causas específicas en esa estructura de la rivalidad, para operar
sobre el par competencia-cooperación. Abordarlo facilita trabajar condiciones de
reciprocidad y aprendizaje, vinculadas con que el aporte de cada uno es valioso en el
marco de la producción colectiva a construir, que el trabajo deje de ser sólo un medio
de éxito, competencia o exclusión para transformarse en un objetivo reparador para
la realización entre los sujetos pertenecientes a ese grupo o comunidad. Si esto se
logra, se producirá un descubrimiento entre los integrantes de ese grupo, la
singularización, condición esencial para poder trabajar y aprender desde las
diferencias.
Esa singularización facilita que se pongan entre ellos en posición de aprendizaje.
El agente de cambio propiciará que se den las condiciones para producir la demora
necesaria, intervendrá para facilitar la reducción del sufrimiento durante el proceso,
con el propósito de generar condiciones para la producción de aprendizaje colectivo
en el camino de construir la ausencia, lo que necesitan y no les ha sido dado.
No esperar resistencias sería sustentar un pensamiento ingenuo, suponiendo
que los sujetos van a llegar a reconocer y resolver de mutuo acuerdo las
contradicciones que los separan y que tratarán de buscarles una solución que llevaría
a sacrificar espontáneamente determinados intereses o posiciones en aras de un
interés común. Sin duda sería totalmente utópico.
La intervención psicosocial da cuenta del hecho psíquico en el contexto de las
relaciones de producción que regulan ambos sucesos. Lo vertical de los sujetos - su
sufrimiento, contradicciones, miedos, necesidades, y proyectos - con lo horizontal
donde se producen esos hechos a través de los objetivos, la cultura, la historia, los
conflictos, el momento histórico y el atravesamiento del contexto. Donde pasan a ser
figuras: el poder, las racionalidades, los intereses en juego, las formas de tomar
decisiones y definir prioridades, mediatizadas por la cultura de la organización y de
cómo se ponen en juegos las ideas dominantes.
La tarea cotidiana dentro de una organización conlleva un necesario proceso de
disociación, debido al malestar que producen determinadas situaciones que el sujeto
debe aceptar para permanecer en ella. La situación esencial, es el lugar, prioridad o
nivel de importancia que se le da a determinados sucesos, necesidades, conflictos o
decisiones, por los distintos actores, como también el sostenimiento o abandono de
los valores y normas construidas y compartidas, poniéndose en evidencia los
verdaderos valores que están en juego, ocultos si sólo se considera lo que se dice.
La más fuerte está relacionada con la naturalización de las decisiones que
permite justificar hechos, como la discriminación, el dominio, la exclusión, el maltrato,
la inequidad, resultado de los intereses materiales y simbólicos, que se ponen en
juego. Mecanismos generadores de sufrimiento, como resultado del costo de
pertenecer y permanecer que los lleva a sostener y producir condiciones que los
alienan por dificultad de apropiarse y transformar la realidad.
Ese tipo de práctica constituye subjetividades que se expresan en sujetos que
no aceptan los desafíos; no pueden mantener la tensión durante el proceso con el
propósito de llegar al resultado, si no hay seguridad de éxito.
Es paradójico que ante manifestaciones corporales, emocionales o psicológicas
que se manifiestan en los sujetos como resultado de esa permanencia, la propuesta
curativa es la de hacerlo individualmente y fuera de la estructura en donde se
enferman.
El neoliberalismo busca construir un nuevo tipo de sociedad y subjetividad donde
los sujetos son recursos humanos, donde los famosos y las obras artísticas, valen por
lo que facturan, y las noticias, por la cantidad de likes y reproducciones. Esta lógica
cuantitativa desdibuja el interés duradero, el placer, el encuentro.
José Saramago afirmaba que “…los fascistas del futuro no van a tener el gesto
duro militar. Van a ser hombres hablando de lo que la mayoría quiere oír. Sobre
bondad, familia, buenas costumbres, religión, ética. En esa hora va a surgir en nuevo
demonio y tan pocos van a percibir que la historia se está repitiendo”. En esa instancia
no será suficiente el relato del sufrimiento, en especial cuando los sujetos no se
sientan representado por la política ausente de ética, sin duda que de ese
padecimiento se saldrá a partir de una nueva articulación política.
¿Cuál es nuestro rol en esa instancia? El Dr. Enrique Pichon-Rivière afirmaba
que “…así como el psicoanalista debe contribuir a desalienar a un individuo, tarea muy
respetable, pero limitada por su naturaleza y con una imposibilidad insalvable de
responder al alto grado de necesidad vigente, un terapeuta social trata de desalienar
al grupo. La incidencia es mayor y, a la vez, marca el límite de todo terapeuta u
operador. Estos no pueden desalienar una sociedad en su conjunto. Ese profundo
cambio es necesariamente estructural y requiere de una acción totalizadora, política
e ideológica. Esto no invalida que los operadores sociales contribuyan eficazmente al
cambio tratando de incidir muy concretamente en la comunidad a través de los grupos
que desalienan"6.
Para cerrar, una obra que ilustra nuestra tarea. En las ciudades vemos cientos
de paredes, simétricas, perfectas, que expresan la repetición, lo establecido. La obra
“El impacto de un libro” del mexicano Jorge Blake nos muestra lo que se puede lograr
con una idea, una intervención, un señalamiento, un texto que irrumpe en el mundo
de lo instituido. Esa es nuestra incumbencia y ese nuestro alcance. No hay
transformaciones grupales, organizacionales ni sociales sin colectivos que, tolerando
no saber el resultado final, soporten decididos a la ruptura.
6 Zito Lema, Vicente. 1976. Conversaciones con Enrique Pichon-Riviere. Buenos Aires. Timerman Editores