Tiempos
berretas, donde las subjetividades están colonizadas por los medios de comunicación. Una de las
peores cosas que le puede pasar a una
sociedad, es perder la capacidad de pensamiento
crítico (si es que la tuvo alguna vez). Pareciera que estamos atravesando la cultura
del naufragio, donde la hipocresía y la desidia son el condimento de una nueva
versión del individualismo de cada día. El objetivo del poder mediático es
uniformar a la sociedad. Estos medios de comunicación crean y se adueñan del sentido común, moldean el
relato de la realidad y hacen de ella una realidad de todos.
La
utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al
inconsciente para crear o injertar ideas, deseos, miedos, dudas, mandatos o
estimular determinados comportamientos. La intención es hacer un pensamiento
único en la sociedad. Son ellos quienes crean la realidad y nos marcan el
rumbo, un rumbo nefasto, agresivo y peligroso.
Los argentinos nos
diluimos en el dolor de ya no ser lo que
creíamos ser. Hoy somos una sociedad berreta que camina al ritmo de una cumbia
decadente y repetitiva.
La
intención de igualar para abajo parece imponerse en estos tiempos, donde la
violencia es una epidemia que nos afecta en lo más profundo, Las pulsiones
agresivas, propias del ser humano según Freud, tienden a la disolución del
vínculo social. Nos encontramos, entonces, ante una sociedad fragmentada donde
abundan los problemas sociales que aniquila el tejido social. Sin dudas, una
estrategia del poder dominante que divide a toda la sociedad, de este modo se logra el control social horizontal,
aprovechando la crisis sociopolítica, que sofoca al colectivo en general.
En
consecuencia, miles de personas sedientas de consumismo deambulan por las
calles menospreciando todo lo que no se puede comprar con dinero. Sujetos
violentos, con miedos y sin coraje, incapaces de decidir por sí mismos dejan
entrever su apatía y su desgano frente al otro, cuando sin querer se les corren
las máscaras. Estamos en una pendiente donde se muestra al ignorante como algo
cool, el modelo a seguir pareciera ser el sujeto instintivo; ése, el que es
torpe para razonar. Definitivamente,
estamos pasando un mal momento como sociedad y en estos tiempos de cambios, la saturación
social impactó fuertemente en la concepción tradicional de la familia.
De
este modo, al aumentar la colonización de las subjetividades y somos más
dominables quedamos atrapados en un tiempo en que se lucha a codazos, donde todos
están contra todos, tiempos violentos, intolerantes, donde el fraude, la mentira y el engaño determinan nuestros
días. Estamos colaborando en la construcción de un mundo de frustración y de frustrados. Cuando este orden se instala en la subjetividad hay muy poca posibilidad
de articulación con los otros. Llegamos al punto de ver al otro como una
amenaza, extraño, desconocido, distinto y distante.
Como dijo Ana Quiroga, “la precarización de la vida,
la falta de proyecto, de sentido, la falacia de las promesas, desata hoy la
indignación, se registra que es absurdo pensar en salvarse solo, y este
registro favorece la posibilidad de establecer lazos solidarios de reconocer en
el otro un semejante, un prójimo. La forma de establecimiento de esos lazos
cuenta con una nueva herramienta que es la posibilidad de convocarse a través
de las redes sociales, redes que han tenido un rol protagónico en este
llamamiento a la resistencia, a este proceso identificatorio masivo”.
Mientras tanto, somos una sociedad berreta que
camina al ritmo de una cumbia decadente y repetitiva.
Clr Ernesto Moya
Psicologo Social- Consultor Psicológico