sábado, 17 de septiembre de 2011

TODO POR UN SUEÑO


      La historia de la humanidad ha inscripto y destruido imágenes del cuerpo a lo largo de los siglos. Mitos, leyendas, brujerías, historias de ficción o reales han conformado imágenes del cuerpo que constituyeron modelos, monstruos, ideales y que en un juego paradojal existencial se encarnan en la propia imagen corporal y en la imagen corporal social que define el lugar del cuerpo en cada comunidad.
     Los grupos sociales han ido creando sus identidades, construyendo y destruyendo imágenes del cuerpo como un juego de espejos, donde es imprescindible la mirada del “otro” para reconocerse. Se trata de un jugo virtual entre lo individual y lo social donde los espejos se resquebrajan, se fragmentan, se reproducen, devolviendo una imagen corporal que se desea ver y otra que se prefiere negar. Es así como en cada etapa histórica, suele esconderse aquello que es considerado monstruoso, deformado, vil, maligno, etc; en los tiempos que vivimos, la gordura, la discapacidad, el color de la piel, la vejez o la estatura entre muchos otros. Los medios de comunicación captan, como sagaces sabuesos, imágenes del cuerpo que constituyen”modelos” de amor y odio, de lo permitido y lo prohibido vomitándolo luego en páginas a todo color en revistas, afiches, fotografías, imágenes televisivas, que no son más que respuestas a mandatos de la economía, la política, la voracidad de poder. Estos modelos constituyen modelos mentales que traspasan la condición física del cuerpo, que ya son propuestos por la cultura y así cumplen una función organizativa, dan identidad, pertenencia, otorgan sentido al sí mismo, como el sentido a la comunidad. Si bien es cierto que los modelos corporales-sociales constituyeron siempre, a lo largo de la historia, una función impositora de normas y modos de pertenencia, la fascinación que los medios masivos producen es tal, que tomar distancia de ellos es prácticamente imposible. No se trata de recuperar una libertad perdida, sino que estos nuevos modelos mediáticos ofrecen una “nueva libertad”, gigantesca, abstracta, e inmediata sin moverse de la silla.
     Imágenes corporales que a pesar de la velocidad y repetitividad con que son transmitidas quedan congeladas, fijas, en una gran playa de estacionamiento; constituyen de este modo figuras emblemáticas para el consumo cotidiano.
     “Si se está en TV. Se es  mejor persona” dice Nicole Kidman en la película “Todo por un sueño” de Gus Van Sant, donde sus esfuerzos por aparecer en pantalla la llevan a matar y matarse. A vender el alma –perdón y el cuerpo- a los segundos televisivos del informe meteorológico. Son esos instantes fugaces los que la protagonista ilusiona, le dan fama, la identidad, el cuerpo, que como todo pronóstico meteorológico se esfuma y transforma al enunciarse. Tan mutable como el tiempo.

(Fuente: Artículo publicado en la revista Topía, N° 18, 1997)