En nuestra cultura se privilegia el sentido de la vista,
mientras que la aproximación olfativa, táctil y acústica (colores texturas y
sonidos) están totalmente proscritos, lo que ha ocurrido es que la sociedad
occidental ha privilegiado la distancia física y la mirada por encima de
cualquier otro sentido, hasta tal punto que nuestras experiencias corporales
están reducidas, en la mayoría de los casos al sentido de la vista.
En la negación de los otros sentidos parece latir el deseo de
olvidar el cuerpo como algo perecedero y precario, que solo aparece en momentos
límite de dolor, placer, sexualidad, fatiga, heridas. Este proceso de
descomposición y fragmentación del cuerpo se hará más radical en autores como
Nauman, Sherman, y Gober que en los años 80 y 90 se verán afectados por la
realidad del SIDA que iniciará en la idea del cuerpo precario, fragmentado,
sometido a la temporalidad y la decrepitud.
El cuerpo ha dejado de ser natural, ingiere alimentos
elaborados agrotecnologicamente; se somete a trasplantes y recibe prótesis
diseñadas para servirle de extensión.